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NOTA DE OPINION

Por Marcelo Sosa

Con Dios en la boca y el alma llena de odio

cordero piel de lobo 1

Lejos está este texto de ser un análisis teológico. Entiendo que la fe, la religión, los dogmas no se discuten. Se creen o no se creen. Se sienten o no se sienten.

Pero hay algo que sí podemos y debemos discutir, interpelarnos: lo humano.

Vivimos tiempos donde se reza a Dios con los labios y se señala al prójimo con el dedo.

Donde se bendice la mesa, pero se maldice al vecino que reclama por un salario digno para poder llevar el pan a la suya.

La cruz enchapada en oro cuelga del retrovisor del auto, espejito que no refleja al mendigo con la mano extendida esperando ese gesto cristiano de compartir.

Se reza a María, y se condena a las madres solteras por esa condición.

Se venera a los viejos pastores, sacerdotes o curas, y se festeja cuando el policía le pega a un jubilado.

Se ruega por la paz en el mundo y se mira para el otro lado cuando aniquilan al pueblo palestino.

Entre huevos de chocolate y roscas dulces, celebramos la resurrección de Cristo y sentenciamos a quien levanta, 2 mil años después, las mismas banderas de revolución contra los poderes que subyugan al pueblo.

Más allá de la religión, valdría preguntarnos si seguimos sabiendo lo que es la piedad, la solidaridad, el amor al prójimo. No el profesado en los altares, sino el que se practica en la calle.

Sin la necesidad de aplastar al otro para sentir que uno vale.

No es un problema de creencia. Es un problema de coherencia.

Y no hablo de santos ni mártires. Hablo de gestos mínimos: no creerse juez, no odiar por default, no cerrar los ojos cuando al otro le va mal. Porque también eso es fe, aunque no se diga en misa: la fe en que el otro importa.

Llenamos nuestras bocas de Dios, pero ¿y el alma? ¿Qué le damos al alma? ¿Orgullo, desprecio, soberbia?.

¿Cuándo fue la última vez que hicimos algo bueno sin subirlo a una red?.

Quizás estas Pascuas no pidan solo ayuno, sino también silencio. No requiera rezos, sino además escuchar. No nos demande discursos, sino actos.

Si el amor al prójimo es solo un versículo que se repite, pero poco se practica, entonces lo que tenemos no es fe: es marketing espiritual.

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